Ya se está convirtiendo en costumbre que, en ARTECINEMA CONSTITUCIÓN, despidamos el mes con algún acto especial que haga desbordar la casa. El domingo pasado se caracterizó por el tono musical del asunto. Empezamos a media tarde, con la talentosa Natalia Smirnoff y su marido Alejandro, interpretando el tema de los títulos finales de su película Rompecabezas sobre los mismos títulos finales! Los hicimos entrar por una puertita que hay al lado del escenario de la gigantesca sala 1, en la más completa oscuridad, justo cuando comenzaban a proyectarse en la pantalla los primeros títulos. Entraron con un acordeón grandísimo que empezó a sonar dale que dale y ellos cantando todo el tiempo, lo hacían tan bien que la gente en la sala tardaron en darse cuenta que la música estaba sonando en vivo al mismo tiempo que en los parlantes. Para despejar la incógnita subimos levemente las luces de la sala y ahí más de uno se llevó una sorpresa. Después Natalia se quedó charlando un rato largo con algunos de los espectadores y tan cautivadora resultó su charla que más de uno prometió volver el martes o miércoles, cuando volviéramos a repetir la película. En esta foto toda movida (perdón, es lo que hay) vemos a Natalia con Alejandro, después de la función, y un 2do pelado, el de la izquierda, que es nuestro usualmente parco proyectorista, Matías, declarado fanático de Rompecabezas que estuvo sentado en la sala 1 todo el tiempo que duró la charla de Natalia, y hasta hizo preguntas!

Nuestro cálido living del primer subsuelo estaba para entonces lleno de gente. ¡Qué regocijante resulta cuando las personas dejan sus casas y sus televisores para venir a disfrutar de una experiencia compartida, y no sólo frente a una pantalla gigante y un espectáculo poco común, sino también entre los mismos espectadores que, por el hecho mismo de comunicarse entre sí, de charlar, de conocer nuevos amigos con una misma pasión por el audiovisual, rompen la dinámica perversa de la sociedad del espectáculo, que aísla a los individuos ante el altar de una realidad degradada por los medios instituidos, para pasar a intercambiar ideas, experiencias y hasta, por qué no, expectativas existenciales! ¡Esto sí que es el cine del Siglo 21!

Una sorpresa esperaba a esta risueña multitud cada vez que alguien tenía que descender hasta el segundo subsuelo en busca de los baños se encontraba con que, en el depósito que está al lado, que nunca antes había sido abierto y donde, según un par de amigos con percepciones extrasensoriales, todavía circulan añejos fantasmas de artistas del teatro de variedades que alguna vez ocupó el solar, estaba ensayando la Orquesta de Cámara de FM La Tribu, exorcizando con sus vibraciones el vientre mismo de esta gran ballena blanca que es el ARTECINEMA CONSTITUCION antro contracultural del sur de la capital donde la experimentación florece.

El cine está TAN excelentemente construido que, si bien los chicos de la Orquesta se esforzaban por hacer todo el estruendo posible, no se escuchó un sólo sonido que afectara la integridad de la banda sonora de la segunda proyección de Rompecabezas, que acababa de comenzar en la sala 1, al lado mismo del fantasmagórico depósito en el segundo subsuelo. Veamos otro ángulo de este momento mágico del ensayo.

Como la Salita 2, donde estaba estipulada la última proyección de la peli de FM La Tribu, El fin de la radio, estaba absolutamente desbordada de gente, tuvimos que atrasar la otra peli que habíamos programado en la Sala 3, para dar cabida a todas las personas que querían sentarse a ver este documental que no sólo registra un concierto de la Orquesta Experimental de FM La Tribu, sino que también resume la historia de 20 años de esta radio, donde supo, en su momento, ir Batato Barea a promocionar sus osadas performances en los años de 1980. Acá abajo podemos ver cómo Ariel Hagman, el conductor de la Orquesta, presentaba la película ante la sala repleta.

Después de la función, todos los músicos de la Orquesta entraron en la sala y nos deleitaron con un concierto de música experimental. Hacía mucho que en Constitución no escuchábamos acordes tan desusados. La foto está un poco movida, pero es porque temblábamos de emoción!

Mientras tanto, el Rusi Millán Pastori, director de La felicidad es un monoambiente, a quien groseramente habíamos retrasado por media hora su función en la Salita 3, cambiaba impresiones con sus espectadores junto a la mesa donde les habíamos servido un copetín de desagravio, que terminó en brindis por la buena onda que todos teníamos en el ARTECINEMA, un sitio donde no solamente venís a ver cine.