Miss Tacuarembó, la película super estelarizada por Natalia Oreiro, ha nacido destinada al estatus de culto. El primer requisito lo tiene cumplido: ha sido más que injustamente maltratada por la crítica periodística, que ha hecho todo lo posible por alejar a los espectadores de sus exhibiciones públicas. He llegado a escuchar a un comentarista radial exclamar que los realizadores deberían ir casa por casa a pedir disculpas a cada uno de los espectadores. Una razón que encontramos para esta saña de los medios profesionales es la conjugación extraña de una inmensa producción, super producción para los estándares locales, con la estructuración heterodoxa de su narración y un contenido agridulce: es difícil que un producto con tamaña inversión industrial admita otra cosa que un happy ending conciliador y este no ha sido el caso con la película de Martín Sastre, que ha optado por una visión más ácida de la realidad. Si los productores lo dejaron pasar, está más que claro que la prensa especializada no lo ha admitido. Tampoco es muy conciliadora la visión sobre la iglesia católica que tiene la peli, y Mike Amigorena haciendo un número músical como un Cristo "alta costura" puede haber molestado a más de uno. Miss Tacuarembó es así un musical pesimista, de alto riesgo, con un manejo inteligente de la cultura pop latinoamericana, para que las generaciones futuras atesoren ya que va a permitir dilucidar cómo es que se sentía ser joven en este rincón del mundo, soñar con la fama y sólo verla pasar de lejos, no teniendo nada y añorando todo. También va a servir para contemplarla una y otra vez a la maravillosa Natalia Oreiro, la máxima estrella de nuestra generación, en su momento de mayor belleza y madurez artística.

Vengan a verla, no sean tontos, no escuchen a los caretas, en ARTECINEMA CONSTITUCION le hacemos el aguante todo lo que resta de este mes, a las 18:30 horas.